Extraído del libro “María Reina y Madre de los Argentinos”, de Pablo B. Garcia, F.M.S.; 2ª edición, Gram Editora, Nihil obstat Guillermo Furlong, S.J. Agosto 5 de 1947. Impreso en junio de 1980. Páginas 122, 123 y 124. Se han respetado las cursivas y negritas del texto original:
Aún no se ha dilucidado debidamente el origen de los colores de la Bandera Argentina. Con fundamento, podemos pensar que dicho origen es más sublime de lo que generalmente se cree, por ser religioso y mariano.
La Bandera Argentina ostenta los colores de María Inmaculada.
La mentalidad de su ilustre creador era esencialmente religiosa, y su manifestación más genuina fue una sincera devoción a la Virgen María.
Cuando Belgrano, en 1793, se graduó de abogado en España, juró “vivir y morir en nuestra Santa Religión y defender el misterio de la Inmaculada Concepción”.
Los colores de la veste y del manto de la Purísima se le grabaron en el alma; por eso, no es de sorprender que ellos le sugirieran la idea de adoptarlos para la Bandera de su patria.
Al regresar Belgrano a Buenos Aires organizó el Consulado, del cual había sido nombrado Secretario.
El 2 de junio de 1794 celebró la primera sesión, bajo la protección del Poder Divino, por intercesión de la Virgen María en su Inmaculada Concepción.
Queriendo dotarla de una insignia, eligió una bandera con los colores azul celeste y blanco, precisamente los del manto y vestido de la Patrona de la institución: María Inmaculada.
¿No fue éste un preludio profético de la creación de la Bandera Nacional?
Los colores azul-celeste y blanco, desde entonces, se aplicaron a los distintivos que usaron los patriotas: el emblema de la Sociedad Patriótica, y la Escarapela Nacional, creada a solicitud de Belgrano.
El 27 de febrero de 1812, hallándose el ilustre patricio en Rosario, al inaugurar dos baterías con los nombres de Libertad e independencia, enarboló una bandera de su creación con los colores azul celeste y blanco, los colores de María Inmaculada. De este acto dio cuenta al Gobierno, esperando ser aprobado.
¿Por qué eligió Belgrano esos colores con preferencia a otros más vistosos?
Se han dado las más variadas respuestas haciendo abstracción de la mentalidad mariana del ilustre prócer.
No copió el azul del cielo argentino, ni el blanco de la nieve de los Andes. No es nuestra Bandera el reflejo del firmamento surcado por blancas nubes.
No, porque pensamos que las banderas nacionales suelen fundarse en algo más serio, y sustancial.
Tampoco es serio afirmar que los colores de la Bandera fueron sacados del uniforme que llevaban algunos soldados de entonces. Antes, por el contrario, si algunos cuerpos del ejército vestían el azul y el blanco era por ser los colores de María Inmaculada, proclamada Patrona Universal de España y de las Indias.
No es cierto se hayan dado a la Bandera los colores del Escudo Nacional. Siendo éste de creación posterior, se le dieron a él los colores de la Bandera, y, por lo tanto, tiene también un origen mariano.
Mucho menos están en la verdad los que ven el origen de la Bandera en la banda azul celeste y blanca que llevaban el Director Supremo y los Brigadieres. Tales insignias fueron decretadas en 1814 y tienen su fundamento en la Bandera. Por consiguiente, su origen, aunque indirecto, es también mariano.
Belgrano eligió los colores azul-celeste y blanco para la Bandera de la Patria, y el principal motivo que pudo impulsarlo para tal elección fue el ser esos colores los de María Inmaculada, los mismos que había contemplado en el vestido de la Virgen de Luján.
Recordemos que al dirigirse al Paraguay al frente de una expedición, se detuvo en Luján varios días, mandó celebrar una misa cantada e hizo repetidas visitas a la celestial Señora en su camarín.
El anecdotario de Manuel Belgrano narra un hecho por demás elocuente:
Cierto día, estando el General en una reunión de oficiales, uno de éstos preguntó qué colores habría de tener la Bandera Nacional.
Belgrano se levantó de inmediato, y sacando del bolsillo una cinta celeste y blanca, de la cual pendía una medalla de la Inmaculada, dijo con tono decidido: “Estos son los colores de la Patria”.
Tal medalla pudo muy bien ser la de Congregante Mariano, que Belgrano siempre llevaba colgada al pecho; o si no, la que recibió en España al graduarse de abogado, o también, la correspondiente a la Orden de Caballería, fundada por Carlos III, en honor de la Inmaculada, a la cual pertenecía.
(COLABORACIÓN DE JUAN SANTIAGO MOLINELLI TORRES- CÓRDOBA).
En la mañana del 24 de septiembre de 1812, día del combate, el general Belgrano estuvo orando largo rato ante el altar de la Virgen. El ejército argentino obtuvo la victoria. En el parte que transmitió al Gobierno, Belgrano hizo resaltar que la victoria se obtuvo el día de Nuestra Señora de las Mercedes, bajo cuya protección se habían puesto las tropas.
El parte dice textualmente: “La patria puede gloriarse de la completa victoria que han tenido sus armas el día 24 del corriente, día de Nuestra Señora de las Mercedes bajo cuya protección nos pusimos “.
El general Belgrano puso en manos de la imagen de la Virgen su bastón de mando. La entrega se efectuó durante una solemne procesión con todo el ejército, que terminó en el Campo de las Carreras, donde se había librado la batalla.
Belgrano se dirigió hacia las andas en que era conducida la Virgen las Mercedes, y haciéndola bajar hasta ponerla a nivel, le entregó el bastón que llevaba, poniéndolo en las manos de la Virgen y proclamó a la Virgen de la Merced como Generala del Ejército.
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BASTÓN DE MANDO ENTREGADO A LA VIRGEN
A MI BANDERA Aquí está la bandera idolatrada, la enseña que Belgrano nos legó, cuando triste la Patria esclavizada con valor sus vínculos rompió. Aquí está la bandera esplendorosa que al mundo con sus triunfos admiró, cuando altiva en la lucha y victoriosa la cima de los Andes escaló. Aquí está la bandera que un día en la batalla tremoló triunfal, y, llena de orgullo y bizarría, a San Lorenzo se dirigió inmortal. Aquí está, como el cielo refulgente, ostentando sublime majestad, después de haber cruzado el Continente, exclamando a su paso: ¡Libertad! ¡Libertad! ¡Libertad!
Letra Juan Enrique Chassaing. Música Juan Imbroisi NI CORTOS NI PEREZOSOS YA ESTÁN URDIENDO OTRA |
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